Para escribir sobre algo, es necesario primero tener una
IDEA. Posteriormente, esa idea de desarrolla, se organiza para que tenga
coherencia y posteriormente se redacta. Una frase puede convertirse en una
cuartilla, y una cuartilla se convierte en un libro. De modo que las IDEAS
(bien sostenidas) pueden pasar del plano mental, al plano inmortal de la
escritura.
Es el cumpleaños del Sensei Uribe y aunque no planteo
escribir ningún libro (cuyo título sería algo como: Andrés, este no viene cada
mes, pero siempre te acordaras de él) si pretendo hablar de él. Ahora me
encuentro sentado frente a la computadora, y el monitor me muestra la
tradicional hoja de Word en blanco, han pasado horas y tristemente la inspiración
simplemente no llega.
Podría escribirle una felicitación por su cumpleaños, pero, ¿acaso
no llega una edad en la que “felicitar” por un cumpleaños deja de ser lo
acostumbrado? De modo que debo escribir algo más, quizá sea adecuado hablar
sobre su gran capacidad como docente, pero de eso ya hemos hablado antes ¿no?
Entonces, ¿Qué queda?
Hago una segunda revisión mental y se me ocurre una idea,
¡hablare de la admiración que le tengo! … pero ¡oh no, de eso ya hablamos también!
Y ahora cae sobre mí una pesadez que no puedo controlar, siento que la página
se hace larga e interminable y que no hay forma de llenarla.
Repentinamente, la inspiración llega a mi más rápido que un
cobrador de Coppel a fin de mes… En ocasiones, no es necesario tocar un tema al
hablar sobre una IDEA, basta con expresarla y plasmarla en líneas para que
adquiera relevancia. El homenaje que le hago a este gran profesor, va más allá
de la adulación o la repetición de un “feliz cumpleaños”; Lo vuelvo parte de
mis crónicas, para que quede una constancia de su paso por esta vida, dejo
plasmado en este medio, un poco de aquello que nos ha transmitido y heredado.
Bienvenido sea profesor Andrés, a la inmortalidad de los textos.



