El otro día, al ver el calendario
noté que se acercaba el 12 de mayo, un día que si bien no tiene una celebración
oficial, es una fecha que tengo presente año con año. Si tienen un poquito de
interés, les dejo la historia.
Prólogo
Dos patrullas de policía cerraban
el acceso y salida del callejón, dentro de la casa, los elementos armados en
cada rincón de la misma observaban la escena. En la puerta del departamento,
una madre y sus dos hijos abrazados, llorando por la conmoción. La escena
parece terrible, déjame decirte estimado lector que en su momento, lo fue.
I
Aquel jueves 12 de mayo me fui a
trabajar muy normalmente. De regreso a casa abordé un camión urbano ruta calle
13-via rápida y en el camino le marque a mi mamá para preguntarle si necesitaba
algo para la comida. A la segunda llamada (las mamás nunca contestan el
teléfono a la primera) me respondió y me dijo que había preparado pechugas de
pollo rellenas y agua de melón (de la marca “Zuco”) asi que me pidió pasar por
tortillas.
Ya en la fila de las tortillas,
unas calles abajo me percate que había mucho movimiento, mucha gente reunida en
el mismo lugar, asi como camionetas y un par de patrullas. Como la fila no
avanzaba, aproveche para tomar una foto y mandarle un mensaje a mi mama.
“Hay algún mitote aquí cerca”
–decía el mensaje.
Finalmente llego mi turno de
comprar (“me da un kilo por favor”) me dieron mis tortillas envueltas en papel
y camine hacia la entrada del callejón donde se encuentra la casa. Casi en
sincronía perfecta, el grupo de gente se movió al mismo tiempo, en cuanto yo
cruzaba la calle, ellos llegaron a la entrada del callejón; seguí mi camino con
patrullas de policía y camionetas detrás de mi sin entender que sucedía.
Unos metros más adelante, entre a
la casa sin mirar atrás. Al llegar y saludar a mi mama le dije que la gente de
la que le había hablado, estaba en el callejón. Nos asomamos curiosamente y
vimos a dos personas en la puerta principal, al vernos incluso nos saludaron
con la mano.
II
Varios años antes de dicha
escena, un matrimonio muy contento solicitó un préstamo al banco. La economía
era adecuada y los empleos que tenían daban buena paga. Pensaron que era
momento de invertir y seguir generando ingresos con un negocio propio. El
movimiento que realizaron se conoce como crédito hipotecario, de ahí que el
inmueble que quedo en garantía no fue otro que el departamento donde vivían.
Con el paso del tiempo sucedió
una serie de eventos desafortunados. Perdida de los empleos, una economía en declive, entre otros. Todos
estos factores contribuyeron a que ya no se pudiera seguir pagando el préstamo
que el banco había otorgado. Los años y los procesos legales pasaron, a final
de cuentas, lo inevitable. Al no haber pago, el inmueble paso a manos del
banco.
Se ve en las películas que cuando
van a desalojar a alguien, llega la terrible notificación, esa que ponen en
rojo en la entrada de la casa o por correo para que los inquilinos puedan
salirse con tiempo. Uno pensaría que pasa igual en la realidad sin embargo, en
nuestro caso no fue asi.
III
¡Buenas tardes! –Comenzaron a
gritar las personas en la puerta. Mi mamá y yo nos volteamos a ver y en ese
momento tuve esa sensación de que estas viviendo algo irreal, como cuando te
das cuenta de que estas soñando e intentas despertar o controlar el sueño. En
la mesa las tortillas comenzaban a enfriarse lentamente.
-traemos una orden de desalojo
–dijeron. –Traemos a la policía y necesitamos que abran la puerta o entraremos
a la fuerza. Después del lindo saludo
con la mano, vino ese comentario; un discurso intimidante que en su momento te
produce temor e impotencia. ¿Y mi aviso con tiempo? ¿Para qué quiere a la
policía? Eran un par de entre las mil preguntas que tenía en la mente.
Habían pasado unos minutos
después de las tres de la tarde cuando abrimos la puerta. Detrás de las
personas (abogados) encargadas del desalojo, entraron entre diez y quince
policías municipales, todos ellos armados. El trato era cordial pero la
instrucción era clara:
“Tienen que salirse de este
edificio con todas sus cosas.”
En un acto de… empatía, los
abogados nos dijeron que en la calle se encontraba un camión de mudanzas para
llevar nuestros muebles a donde quisiéramos, para ayudarnos a que el proceso
fuera más rápido. Aparte de los abogados, los que tomaban las fotos y los
policías, se encontraba ahora una cuadrilla de personal de mudanza. El primer
lugar que comenzaron a limpiar fue la cocina. Resulta obvio que conocen su
trabajo pues (asi lo sentí en ese momento) vaciaron lo que había en la cocina
en cuestión de minutos. Sin romper nada (cabe aclarar).
Ante la mirada de los primeros
vecinos curiosos, los policías y los de la mudanza haciendo su trabajo, mi mama
mi hermana y yo nos dimos un abrazo en
la puerta de la casa. No dijimos nada, solo dejamos correr una cuantas
lágrimas, pues era momento de vaciar las recamaras.
IV
Si usted lector se ha encontrado
en alguna situación similar (o si los dioses no lo quieran se encuentra algún
día) entenderá que el proceso de seleccionar que es importante y que no, a
veces se vuelve borroso. ¿Cómo guardas tu vida en unas cuantas cajas? Era obvio
que no podíamos llevar absolutamente todos los objetos que teníamos, asi que
tuvimos que seleccionar aquello que se considerara importante (o que pudiéramos
acomodar en el camión de mudanzas).
En el estado de shock emocional
en el que me encontraba y mientras seguía decidiendo que y como acomodar en
cajas. Alcance a ver a uno de los empaquetadores vaciar la jarra de agua que mi
mama había preparado ese día. En mi mente intente decirle: “oiga no tire eso,
es lo que vamos a tomar hoy.” (En su momento no supe que paso con las pechugas
rellenas) sin embargo la recomendación nunca llego. El agua se fue completita
por el lavabo.
Aun estábamos terminando de
vaciar las habitaciones cuando los de la mudanza ya habían sacado la cocina, la
sala y el comedor (les digo, son bastante hábiles). Para aquel momento ya
habían llegado familiares a apoyarnos con el proceso asi que todo sucedió más
rápido.
En el suelo de lo que era mi
habitación quedaron antologías de la universidad, libretas, algunas prendas de
ropa, un mueble viejo y vaya usted a saber cuántas cosas que uno llega a
guardar con el paso del tiempo.
Salí a lo que era la sala y la
desconocí. Un área sin muebles, solo con la silueta en el piso donde había
estado un sofá y un área sin pintar en la pared donde otrora estuvo un espejo.
Fueron las tres horas más rápidas
de mi vida. El reloj marcaba las seis y minutos cuando nos dimos cuenta que
habíamos terminado con toda la “mudanza”. Como parte del protocolo salimos de
la estancia principal y uno de los abogados puso sellos en la cerradura.
Después de eso uno de los policías se colocó frente a la puerta y nos llegó el
mensaje: “ustedes ya no pueden entrar a este lugar”.
V
A modo de despedida tome una foto
de la hermosa vista que teníamos, una última foto de tantas ocasiones en las
que me había deleitado con amaneceres, atardeceres, pirotecnia, la entrada de
cruceros a la bahía, la llegada y salida del buque escuela Cuauhtémoc y tantos
bellos paisajes.
Salimos del terreno a través del
callejón que conectaba con la calle y voltee a la derecha. Ahí donde en mi
infancia había tallado mi nombre en la pared con un clavo viejo.
Para aquel momento los vecinos ya
estaban expectantes desde sus ventanas. Los más cercanos salieron y se
despidieron de nosotros. (No supe si habían preguntado o si sacaron sus propias
conclusiones al ver el espectáculo.)
Después de las despedidas eche un
último vistazo al número 15 del callejón México. Y pensé: “adiós casa, gracias
por los recuerdos.”
Epílogo
Lo material es algo que va y viene. La salud, la felicidad, la familia
eso es lo verdaderamente importante. Mientras esos elementos prevalezcan, se
tendrá un hogar. El doce de mayo del 2016 quedara en nuestra memoria con un día
triste, sí. Sin embargo son esas
situaciones las que nos dan fortaleza, nos hacen aprender, cambiar la manera de
pensar, ordenar prioridades y evitar errores.
Si usted lector me acompañó en
esta narración, podrá pensar que lo vivido aquí no fue tan dramático o fuerte.
Es cierto, hay personas que atraviesan infiernos en vida y tienen problemas
mucho más fuertes que la pérdida de un inmueble. Mi intención aquí es
compartirle mi vivencia nada más, hoy me encuentro bien, sano, con planes sobre
mi propia casa (sin hipotecar, ¡lo prometo!) y con la sonrisa que espero sea
una de mis características. Gracias por acompañarme con su atención.
P. D. Al desempaquetar las cosas de
la cocina, encontramos las pechugas de pollo dentro del tortillero, con el kilo
de tortillas que nadie consumió.