12 mayo 2020

12/05/16


El otro día, al ver el calendario noté que se acercaba el 12 de mayo, un día que si bien no tiene una celebración oficial, es una fecha que tengo presente año con año. Si tienen un poquito de interés, les dejo la historia.



Prólogo

Dos patrullas de policía cerraban el acceso y salida del callejón, dentro de la casa, los elementos armados en cada rincón de la misma observaban la escena. En la puerta del departamento, una madre y sus dos hijos abrazados, llorando por la conmoción. La escena parece terrible, déjame decirte estimado lector que en su momento, lo fue.




I

Aquel jueves 12 de mayo me fui a trabajar muy normalmente. De regreso a casa abordé un camión urbano ruta calle 13-via rápida y en el camino le marque a mi mamá para preguntarle si necesitaba algo para la comida. A la segunda llamada (las mamás nunca contestan el teléfono a la primera) me respondió y me dijo que había preparado pechugas de pollo rellenas y agua de melón (de la marca “Zuco”) asi que me pidió pasar por tortillas.


Ya en la fila de las tortillas, unas calles abajo me percate que había mucho movimiento, mucha gente reunida en el mismo lugar, asi como camionetas y un par de patrullas. Como la fila no avanzaba, aproveche para tomar una foto y mandarle un mensaje a mi mama.


“Hay algún mitote aquí cerca” –decía el mensaje. 


Finalmente llego mi turno de comprar (“me da un kilo por favor”) me dieron mis tortillas envueltas en papel y camine hacia la entrada del callejón donde se encuentra la casa. Casi en sincronía perfecta, el grupo de gente se movió al mismo tiempo, en cuanto yo cruzaba la calle, ellos llegaron a la entrada del callejón; seguí mi camino con patrullas de policía y camionetas detrás de mi sin entender que sucedía.


Unos metros más adelante, entre a la casa sin mirar atrás. Al llegar y saludar a mi mama le dije que la gente de la que le había hablado, estaba en el callejón. Nos asomamos curiosamente y vimos a dos personas en la puerta principal, al vernos incluso nos saludaron con la mano.




II

Varios años antes de dicha escena, un matrimonio muy contento solicitó un préstamo al banco. La economía era adecuada y los empleos que tenían daban buena paga. Pensaron que era momento de invertir y seguir generando ingresos con un negocio propio. El movimiento que realizaron se conoce como crédito hipotecario, de ahí que el inmueble que quedo en garantía no fue otro que el departamento donde vivían. 


Con el paso del tiempo sucedió una serie de eventos desafortunados. Perdida de los empleos,  una economía en declive, entre otros. Todos estos factores contribuyeron a que ya no se pudiera seguir pagando el préstamo que el banco había otorgado. Los años y los procesos legales pasaron, a final de cuentas, lo inevitable. Al no haber pago, el inmueble paso a manos del banco.


Se ve en las películas que cuando van a desalojar a alguien, llega la terrible notificación, esa que ponen en rojo en la entrada de la casa o por correo para que los inquilinos puedan salirse con tiempo. Uno pensaría que pasa igual en la realidad sin embargo, en nuestro caso no fue asi. 




III

¡Buenas tardes! –Comenzaron a gritar las personas en la puerta. Mi mamá y yo nos volteamos a ver y en ese momento tuve esa sensación de que estas viviendo algo irreal, como cuando te das cuenta de que estas soñando e intentas despertar o controlar el sueño. En la mesa las tortillas comenzaban a enfriarse lentamente.


-traemos una orden de desalojo –dijeron. –Traemos a la policía y necesitamos que abran la puerta o entraremos a  la fuerza. Después del lindo saludo con la mano, vino ese comentario; un discurso intimidante que en su momento te produce temor e impotencia. ¿Y mi aviso con tiempo? ¿Para qué quiere a la policía? Eran un par de entre las mil preguntas que tenía en la mente. 


Habían pasado unos minutos después de las tres de la tarde cuando abrimos la puerta. Detrás de las personas (abogados) encargadas del desalojo, entraron entre diez y quince policías municipales, todos ellos armados. El trato era cordial pero la instrucción era clara:


“Tienen que salirse de este edificio con todas sus cosas.”


En un acto de… empatía, los abogados nos dijeron que en la calle se encontraba un camión de mudanzas para llevar nuestros muebles a donde quisiéramos, para ayudarnos a que el proceso fuera más rápido. Aparte de los abogados, los que tomaban las fotos y los policías, se encontraba ahora una cuadrilla de personal de mudanza. El primer lugar que comenzaron a limpiar fue la cocina. Resulta obvio que conocen su trabajo pues (asi lo sentí en ese momento) vaciaron lo que había en la cocina en cuestión de minutos. Sin romper nada (cabe aclarar).


Ante la mirada de los primeros vecinos curiosos, los policías y los de la mudanza haciendo su trabajo, mi mama mi hermana  y yo nos dimos un abrazo en la puerta de la casa. No dijimos nada, solo dejamos correr una cuantas lágrimas, pues era momento de vaciar las recamaras.




IV

Si usted lector se ha encontrado en alguna situación similar (o si los dioses no lo quieran se encuentra algún día) entenderá que el proceso de seleccionar que es importante y que no, a veces se vuelve borroso. ¿Cómo guardas tu vida en unas cuantas cajas? Era obvio que no podíamos llevar absolutamente todos los objetos que teníamos, asi que tuvimos que seleccionar aquello que se considerara importante (o que pudiéramos acomodar en el camión de mudanzas).


En el estado de shock emocional en el que me encontraba y mientras seguía decidiendo que y como acomodar en cajas. Alcance a ver a uno de los empaquetadores vaciar la jarra de agua que mi mama había preparado ese día. En mi mente intente decirle: oiga no tire eso, es lo que vamos a tomar hoy.” (En su momento no supe que paso con las pechugas rellenas) sin embargo la recomendación nunca llego. El agua se fue completita por el lavabo. 


Aun estábamos terminando de vaciar las habitaciones cuando los de la mudanza ya habían sacado la cocina, la sala y el comedor (les digo, son bastante hábiles). Para aquel momento ya habían llegado familiares a apoyarnos con el proceso asi que todo sucedió más rápido.


En el suelo de lo que era mi habitación quedaron antologías de la universidad, libretas, algunas prendas de ropa, un mueble viejo y vaya usted a saber cuántas cosas que uno llega a guardar con el paso del tiempo.


Salí a lo que era la sala y la desconocí. Un área sin muebles, solo con la silueta en el piso donde había estado un sofá y un área sin pintar en la pared donde otrora estuvo un espejo.


Fueron las tres horas más rápidas de mi vida. El reloj marcaba las seis y minutos cuando nos dimos cuenta que habíamos terminado con toda la “mudanza”. Como parte del protocolo salimos de la estancia principal y uno de los abogados puso sellos en la cerradura. Después de eso uno de los policías se colocó frente a la puerta y nos llegó el mensaje: “ustedes ya no pueden entrar a este lugar”. 


V

A modo de despedida tome una foto de la hermosa vista que teníamos, una última foto de tantas ocasiones en las que me había deleitado con amaneceres, atardeceres, pirotecnia, la entrada de cruceros a la bahía, la llegada y salida del buque escuela Cuauhtémoc y tantos bellos paisajes.

Salimos del terreno a través del callejón que conectaba con la calle y voltee a la derecha. Ahí donde en mi infancia había tallado mi nombre en la pared con un clavo viejo. 


Para aquel momento los vecinos ya estaban expectantes desde sus ventanas. Los más cercanos salieron y se despidieron de nosotros. (No supe si habían preguntado o si sacaron sus propias conclusiones al ver el espectáculo.)


Después de las despedidas eche un último vistazo al número 15 del callejón México. Y pensé: “adiós casa, gracias por los recuerdos.”




Epílogo

Lo material es algo que va  y viene. La salud, la felicidad, la familia eso es lo verdaderamente importante. Mientras esos elementos prevalezcan, se tendrá un hogar. El doce de mayo del 2016 quedara en nuestra memoria con un día triste, sí. Sin embargo  son esas situaciones las que nos dan fortaleza, nos hacen aprender, cambiar la manera de pensar, ordenar prioridades y evitar errores.


Si usted lector me acompañó en esta narración, podrá pensar que lo vivido aquí no fue tan dramático o fuerte. Es cierto, hay personas que atraviesan infiernos en vida y tienen problemas mucho más fuertes que la pérdida de un inmueble. Mi intención aquí es compartirle mi vivencia nada más, hoy me encuentro bien, sano, con planes sobre mi propia casa (sin hipotecar, ¡lo prometo!) y con la sonrisa que espero sea una de mis características. Gracias por acompañarme con su atención.


P. D. Al desempaquetar las cosas de la cocina, encontramos las pechugas de pollo dentro del tortillero, con el kilo de tortillas que nadie consumió.

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