El otro día, mientras me
preparaba para dar una clase por la mañana, te vi regando las plantas (era una
de esas ocasiones raras en las que nos tocaba que hubiera agua en la llave). Como
es costumbre en ti, mientras regabas, también platicabas con el perico. Desde
que tengo memoria, has tenido la habilidad mágica de platicar con los
animalitos, darles voz e interpretarnos sus respuestas (a veces un tanto
groseras).
Te vi ahí con tu bata y tus
plantas y me vino un recuerdo de hace muchos, muchos años, de una tarde en la
que no quería terminar mi tarea, estaba cansado (o quizá solo haciendo
berrinche) y me dijiste que me ibas a ayudar a hacerla. Me fui a sentar al sillón
mientras tú agarrabas el lápiz y copiabas unas cuantas líneas que me faltaban. Me
dijiste que imitaste lo mejor posible mi letra para que nadie se diera cuenta. Con
eso pude terminar para irme a ver la tele y poner alguna caricatura de esas que
pasaban en canal cinco.
No obstante, han pasado ya muchos
años desde aquel evento. Es verdad, el tiempo avanza y algunas cosas cambian,
noto que tenemos puntos de vista distintos en diversos temas, es difícil ajustarse
a tantos cambios y eso suele crear fricción. Sin embargo el cariño y los
recuerdos siguen aquí, indiferentes al paso de los años.
Hoy, mientras platicabas, nos
recordaste sobre aquella canción que te gusta, y que, de acuerdo a tus propias
instrucciones, quieres que suene cuando tengamos que despedirnos de ti. Al escuchar
esto, pensé en ponerte el video de la canción para lo disfrutaras, te acercaste
al televisor y te quedaste ahí de pie, tus ojitos se llenaron de lágrimas y te
perdiste en esa nostalgia tan tuya que alberga tantas historias y recuerdos.
Termino la canción, te limpiaste
los ojos y saliste de la habitación tan serena como hacía unos minutos. Había una
partida de lotería que aguardaba por nosotros y era hora de jugar.
Gracias abuelita por tantas
voces, tantos recuerdos y tantos momentos.

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